Te recuerdo. Te recuerdo desde antes del Todo y de la Nada. Antes de que existiera la Tierra, incluso antes de que brillara el Sol.
Recuerdo arder en la cola luminosa de un cometa y orbitar durante edades enteras alrededor de una estrella cuyo horizonte era tan masivo como toda una galaxia. Recuerdo fundirme en ella y salir expulsado en una de sus erupciones entre un fuego tan ardiente que el espacio profundo se pintó de rojo. Volé en un viento cósmico durante tanto tiempo y tanta distancia que contemplé sistemas planetarios enteros nacer, vivir y colapsar para luego perderse en la vastedad del cosmos sin que el universo se alterara lo más mínimo.
Recuerdo aterrizar sobre roca fría en un paisaje desierto, horadado por miles de millones de impactos. Allí estuve congelado lo suficiente como para echar de menos volar. Hasta que el hielo se derritió y se convirtió en una nebulosa. Me volví etéreo y anduve mezclado con los gases pintados de todos los colores que han existido o existirán.
Tras una eternidad siendo constelación, fui líquido y disfruté de nuevo del calor y de la luz, mecido plácidamente por un océano interminable. Luego vinieron el frío y la oscuridad, lenta y sigilosamente. Perdí la orientación y los sentidos conocidos desaparecieron para convertirse en otros, diferentes y multiplicados.
Percibía el silencio a través de la piel. El sabor salino en los ojos. El palpitar del infinito en los oídos. En la oscura quietud fui engullido por un ser descomunal y sentí de nuevo la vida orgánica en toda su plenitud. Fui latidos, fluido, músculo y hueso. Formé parte del esplendor de ese ser, de su reproducción y, por último, de su decadencia y descomposición.
Cuando su energía se transformó me convertí en un intenso calor una vez más. Me volví viscoso y volé de nuevo incandescente por encima de un cielo humeante, explosivo y lleno de electricidad.
Y te recuerdo porque siempre estabas allí en este interminable viaje. De un punto a otro de la eternidad, desde el origen inexistente hasta el destino desconocido. En todas las formas y materias. En la luz y en el frío, en el calor y en la oscuridad estabas allí conmigo.
Quizás tú seas el universo y yo un rayo perdido en tu inmensidad

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Carral del Prado.