Una docena de versos como doce flores.
Una alborada de sueños y de soñar de día.
Un cafe espeso y dulce en la cocina,
un buenos días de dulce beso en la esquina.
Una calle densa de una ciudad humedecida.
Un cielo de delirios y grises nubarrones.
Un jardín de silencio entre dos calles rebosantes
partiendo un pasillo de ruedas, griterío y faroles.
Un patio de memorias y temores,
Un árbol distraído y rapaces voladores.
Una y seis pinceladas, en total siete colores.
Un bosque de colorete y unos labios cautivadores.
Una voz de confite entonando tiernas canciones,
Y un poco de paz.
Son mi regalo doce versos, como doce flores.
Como doce horas de un día cualquiera,
de rutinas, caprichos y amores.
Una, dos, tres, y hasta doce sensaciones.
Y es que doce no son más que seis más seis.