– ¿Está usted cómodo en la salida de emergencia? – La afable voz de la azafata sacó a Mauro de su letargo. – Sepa que deberá asistir a otros pasajeros si es necesario. –
El gigantesco mulato reveló varios huecos en su dentadura al asentir. El campesino vallecaucano de sesenta y cuatro años, diagnosticado de cáncer cerebral, por fin volaba en avión. Su destino, Bogotá, donde había crecido, fruto de su remota pasión con la sobrina de su terrateniente, su única y desconocida hija.
– Tranquila, joven. No moriremos ahorita. Un ángel de Dios me espera para abrirme las puertas del cielo.
Jaime Pérez-Seoane de Z